dilluns, 26 de novembre del 2018

Escribir y jugar nos hizo humanos


Víctor Amela entrevista a Irving Finkel.
LA VANGUARDIA, 24/11/2018 01:08
Tengo 67 años. Soy de Londres. Soy filólogo, asiriólogo y conservador de la sección mesopotámica del Museo Británico. Estoy casado muy felizmente con Joana, ¡muy felizmente! Tengo cinco hijos (entre los 30 y los 9 años) y un nieto. ¿Política? ¡Yo milito en la desesperación! Soy ateo

Festival Dau
El profesor Finkel tiene el aspecto idóneo para custodiar el Museo Británico, ser asiriólogo y descifrar tablillas cuneiformes. Coherencia pura, y pura pasión: me cuenta que los ingleses están alelados y calladitos, y se golpea el pecho: “¡Yo tengo sangre en las venas, tengo pasión!”,y alude a sus ancestros judeo orientales. Le pregunto por su rincón favorito en el Museo Británico: “Una escalerita muy pequeña y escondida, en la que vi por primera vez a mi mujer, Joana, que trabaja ahí”. Y ella, a su lado, sonríe. El VII Festival Dau Barcelona (Festival del Joc) premia este sábado y domingo (Fabra&Coats, abierto al público) a Finkel por resucitar el juego más antiguo del mundo.

¿Se ha mojado? Llueve más en Barcelona que en Londres...
Mi país está perdiendo hasta la lluvia, está perdiéndolo todo...
¿Por qué lo dice?
¡El Brexit es un error y una catástrofe! No entiendo a mis compatriotas...
¿Y no pueden evitarlo?
¿Quién? ¿Cómo?
¿Qué más están perdiendo?
Nuestro sistema educativo se va al traste. ¡Y la educación es la mayor riqueza de un país!
¿Cómo se educó usted?
Mi madre era profesora, nos alentó a leer novelas de aventuras desde muy niños, yo era el mayor de cinco hermanos...
¿Tengo que imaginar al pequeño Irving leyendo?
Imagíneme tan feliz como un sol radiante.
¿Por qué?
Porque mis padres estaban muy enamorados, jamás oí una discusión ni un mal grito en casa, nunca les oí hablar de dinero... y nos querían y cuidaban. ¿Puede pedirse más?
¿Puede?
Yo no puedo. Desde niño, todo en mi vida ha venido maravillosamente rodado.
Qué raro escuchar a alguien hablar así...
De niño, a menudo me llevaban de visita al Museo Británico, y aquello me fascinaba. Me dije: “De mayor quiero trabajar aquí”.
Y lo consiguió.
¡Consigo todo lo que me gusta!
¿De qué se ocupa en el Museo Británico?
De la sección sumeria, mesopotámica, babilónica, asiria. ¡Cuántas maravillas! He descifrado muchas de las 130.000 tablillas de barro con escritura cuneiforme que allí hay.
¿Qué escritura es esa?
¡La primera escritura conocida de la humanidad! Tenemos tablillas de hace 5.500 años.
¿Por qué se llama cuneiforme?
Sobre la tablilla de arcilla blanda practicaban incisiones con un palito de madera, a modo de cuña: por eso es cuneiforme.
¿Dónde estaban todas esas tablillas?
En lo que hoy es Irak, la gran mayoría, y aparecieron en excavaciones durante los años veinte en la ciudad de Ur, urbe que duró mil años y que fue capital de un imperio.
¿Y qué nos cuentan los escritos de esas tablillas de barro?
Al principio eran registros burocráticos, contabilidades, y pronto hubo contratos, cartas... y cuentos: relatos de todo tipo, cantos, poemas, historias..., ¡literatura!
Debe de ser emocionante traducirlas...
Es el primer registro escrito de la humanidad, ahí está por primera vez fijado lo que somos: humanos. ¡Nada ha sido más determinante que la escritura en nuestro devenir!
Hombre, hemos viajado a la Luna...
¡Bah! Eso es un pasito ridículo comparado con la escritura. Por eso antes de la escritura hablamos de... prehistoria: ¡la escritura engendró la historia! Somos animales históricos desde la escritura cuneiforme.
¿Cómo llegó usted a ser traductor de tablillas cuneiformes?
Desde niño me fascinaba el Egipto faraónico, y yo quería ser egiptólogo. Pero el día en que me tocaba empezar mis estudios... murió súbitamente el profesor de egiptología.
Vaya.
Y me colocaron provisionalmente en las clases del profesor de asiriología... ¡y ese mundo me atrapó! Y ya me quedé.
Era una conspiración de su destino...
A veces lo pienso, sí.
Y eso que se declara ateo...
Soy de familia judeopolaca y a los once años supe lo del Holocausto... y eso demuestra sin duda la inexistencia de Dios, a mi juicio.
De todas las tablillas que ha traducido, ¿cuál es su predilecta?
Una cuenta que hubo un diluvio y una inundación, y que un hombre llamado Atram-hasis (traducible por sabio) se salvó con sus animales construyendo un arca de madera.
¡Noé!
¡Pero 2.000 años antes que Noé! Los poetas de la Biblia copiaron esta historia. En la tablilla asiria, el arca embarranca en el monte Urartu... que se convertirá en Ararat.
Cuénteme otra tablilla.
Hay una que sólo hemos comprendido al juntarla a este tablero, del año 2.500 a.C.
¿Qué es este tablero?
Llevo conmigo una copia del original que apareció en una tumba real en Ur, hecho de maderas nobles taraceadas con piezas de lapislázuli, cornalina, concha...
Por los cuadros, parece un miniajedrez.
¡Es el primer juego de mesa de la humanidad! Jauría, se llamaba: se jugaba con dados piramidales, y las fichas se persiguen, se cazan, avanzan... hasta la meta. Se jugó de Mesopotamia a Egipto. Lo jugó Tutankhamon. He conseguido saber cómo se juega, gracias a la tablilla: son las instrucciones de juego.
¿Ha jugado?
Sí. Y todo el que juega, disfruta: hasta la última tirada puedes ganar... o perder. Y si pierdes.., te enfureces: ¡el juego funciona, pues! Escribir y jugar nos ha hecho humanos.
¿Es usted bueno jugando a este juego?
Lo soy. ¡Suelo ganar! Ganar este juego es excitante, y por eso se jugó durante miles de años, hasta que llego el backgammon y lo desbancó, por una superior combinación de suerte y estrategia. ¡Te reto a una partida!

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